Por Ivanna Martin
@IvannaMartinTV
@La_LlaveMagica
Una nena que no
puede dormir de noche porque tiene miedo de que el brujo Abelardo se le
aparezca junto a su cama, aunque luego recuerda que el brujo no es tan malo y,
por fin, logra conciliar el sueño. Una nena que pregunta si es verdad que los
sueños se cumplen y lleva las manos a su corazón y pronuncia en voz baja, casi
en un susurro, cuál es el suyo. Un nene que juega a ser Lorenzo y se inventa un
auto con unos almohadones y grita “Carreritaaa” tal como lo hace el personaje
en escena. Una nena que canta las canciones de la obra día y noche, y hasta
cuando va en el auto con su familia. Otra nena que juega a ser Paloma e imita
sus movimientos, y hasta sus expresiones. Otro nene que juega a los piratas y
dice no tenerle miedo a nada porque tiene amigos buenos como Simón. Otra nena que desde hoy ya no quiere que la llamen por su nombre porque quiere jugar eternamente a ser Paloma. Un nene que se cree que es el brujo y asusta a sus amiguitos en el jardín. Una nena
que llora en la puerta del teatro porque no quiere que se vaya el Hada… y el
Hada ya se fue. Toda esa es parte de la magia real que no vemos pero que está,
y que es lo que trasciende la escena, lo que va más allá, lo que les toca en lo
más profundo a los niños, lo que los hace vibrar, emocionarse, sonreír y pedir volver
a ver la obra porque desean seguir sumergidos en esa fantasía que solo el
teatro les puede generar. La fantasía que los hace creer que, de verdad, ellos
también son parte de esta historia. La misma magia que nos completa la escena
cuando ellos intervienen, participan, gritan, ríen o cantan entusiasmados. “La
llave mágica” no termina con el aplauso del público, sigue en el corazón de los
niños latiendo por mucho tiempo más… esa es la naturaleza magnífica y poderosa
que tiene el arte… el arte trasciende escenarios, telones, marquesinas… porque
sigue siempre vivo en el alma de quienes vienen a vernos. De algunas historias,
las menos, que suceden en ese maravilloso después, nos enteramos… de la gran
mayoría no. Pero sabemos que están, que existen, que suceden… y con eso,
simplemente, se nos llenan los poros de la más profunda y absoluta EMOCIÓN.