24/10/08

"Cada una es artesana de su propia felicidad"

Por Ivanna Martin

Si las palabras fueran flores, Ana María Bovo sería la primavera.
Esta cordobesa de mirada pícara y sonrisa sincera es dueña de un don que no muchos poseen: crea escenarios soñados a partir de sus relatos. Y no hay texto que se le resista. Cualquier frase quisiera ser pronunciada en la voz de Ana María Bovo para repicar como un latigazo de magia en el mundo imaginario de muchos.
Abordamos con ella un tema que en estos tiempos tan agitados, a veces nos desvela: la felicidad. ¿Existe una fórmula para encontrarla? ¿Existe una llave para abrir la puerta y darle paso? Nada mejor que preguntarle por ella a una mujer que no solamente la denota sino que la genera. Sus relatos arrebatan sonrisas, risas, carcajadas.
“La felicidad es dormir en el asiento de atrás mientras tu papá maneja”, cita Ana Bovo una frase del famoso Snoopy, tan simple pero contundente.

¿Qué es, para vos, la felicidad?

Disfruto mi felicidad día a día. Siento que una tiene que ser artesana de su propia felicidad. Claro que hay imponderables en la vida que te golpean, jaquean ese deseo, pero hay que sortear esos dolores y refugiarse, regocijarse, en las pequeñas cosas.
Yo encuentro felicidad en las cosas simples. Hay una oración andaluza que aprendí de mi tía, que hay que pronunciar al abrir la ventana tras despertarse cada mañana. Dice así: “Bendita sea la luz del día y el Señor que nos la envía. Gracias te doy, tu Merced, que es tan grande tu poder, que me has dejado otra vez amanecer”. La digo siempre. La incluí en mi novela “Rosas colombianas” (Emecé). Es una mezcla de gratitud y desafío al emprender el día.

¿Qué te hace feliz?

Pese a sufrir frustraciones a lo largo de la vida también tengo esperanzas y rastreo la felicidad en las cosas cotidianas. Me hacen muy bien las flores, las necesito aunque parezca frívolo. Voy al mercado y las compro, hay un momento de mucha felicidad para mí en mover los ramos de lugar, ver cómo incide la luz del día sobre las flores… a la noche con insomnio a veces me paseo por la casa y voy probando dónde queda mejor un ramito que rehago… porque algunas se van marchitando… las trato de conservar el mayor tiempo posible. Encuentro la felicidad en la amistad femenina, la amorosa es más azarosa. Mi profesión también me hace feliz, aunque no siempre estoy bien al momento de una presentación. Cuando estoy muy triste y hago una función que sale hermosa y la gente se va contenta, con una sensación de felicidad que tal vez yo no tuve, siempre me acuerdo de una frase que dice que “es extraordinario dar aquello que nos falta”. Y vuelvo a casa… feliz.

¿Cómo elegís los textos que narrás?

En general, tengo que enamorarme del texto, elijo los que tienen cierta magia, los que me movilizan. Me dejo sorprender. Me gustan mucho, además de Mansfield, la catalana Mercè Rodoreda, Almudena Grandes, María Fasce, también autores como Juan José Saer e Isidoro Blaisten. Los relatos que escribo para la escena, habitualmente parten de una imagen o un recuerdo de mi propia experiencia y luego los voy llevando al terreno de la ficción. Pero el germen suele ser autobiográfico o surge de algo que escuché a otra persona.

¿Por qué las mujeres se identifican tanto con tus narraciones?

Las historias que cuento hablan de la felicidad, de la experiencia, de la vida, del amor, de las vicisitudes de la intención. Tanto los hombres como las mujeres intentamos cosas según nuestros deseos y se nos plantean dificultades, tratamos de vencerlas o nos dejamos vencer por ellas. Muchas mujeres, además, arrastran a sus parejas para verme. Todos se van contentos.

¿Qué pensás sobre el feminismo?

Como defensa de nuestros derechos, considero que el feminismo es irrenunciable. Cuando únicamente busca venganza por injusticias padecidas no coincido con la forma agresiva de reivindicar lo que nos pertenece. Me parece que todas debemos pelear por nuestros derechos y ser feministas. Pero hay matices en la forma de encarar la lucha.

En su novela “Rosas colombianas” (Emecé), la protagonista es Inés, una mujer que a lo largo de ocho meses, cada mañana, tiene la certeza de que entre las tres y las cuatro de la tarde va a sentirse bien. Va a sentirse bien porque a esa hora pasan la telenovela “Café con aroma de mujer”. Ese recreo diario sostiene su felicidad y, cuando se termina, su matrimonio empieza a deshojarse como una rosa madura pero sin la misma belleza.

¿Cómo surgió la idea del argumento?

Porque yo miraba esa telenovela. No soy de ver muchas novelas pero con esa me enganché y me deparó mucha felicidad. Conocí los cafetales y las rosas colombianas, me enamoré del acento de los personajes… y decidí prestarle a Inés esta experiencia tan grata en un momento en que a ella se le ha deshojado su matrimonio después de unos 11 años de casada. Inés, actualmente, tendría unos 50 años, aunque la historia tiene saltos temporales que abordan su infancia y su juventud. Hay una biografía que sale a la búsqueda de una nueva identidad de “mujer sola”. Ella viaja al Piamonte y a Andalucía -la tierra de sus antepasados- y vuelve a su pueblo de La Pampa para tratar de saber quién es ella fuera de ese matrimonio.

¿Tiene aspectos autobiográficos?

Sí, algunos. Mi gusto por la telenovela, un viaje que hice para llevar a un viejito al Piamonte para encontrarse con su mamá, y mis viajes a Andalucía, donde conocí a una prima de mi mamá –Ana María Gómez Soriano- que era la narradora oficial del pueblo. En ella también descubrí una musa inspiradora.

¿Por qué el título de la novela (“Rosas colombianas”)?

Porque son mis preferidas. A mi casa la tengo pintada de distintos colores para atravesar distintos momentos al cruzar la casa. El hall es azul marroquí entonces cuando compro flores blancas se ven divinas. Cuando pongo flores rojas se arma otro paisaje, son como paisajes móviles que invento. Las rosas colombianas son mis preferidas, porque saben abrirse, son como las de los jardines de nuestras abuelas, se vuelven rosas maduras y muy bonitas, abiertas… y me trae el recuerdo de los jardines caseros. Mi favorita es la rosa con bordecitos morados y la color té. El té, precisamente, es otra de mis debilidades, tengo muchas variedades.

¿Tu casa es tu refugio?

Sí, lo es. Creo en la energía y mi casa tiene mucha. Ya que el afuera es muy hostil, mi casa me refleja, me da felicidad, me hace sentir en paz.
----

No hay comentarios: