27/10/08

El pianista de los pobres

Entrevista a Miguel Ángel Estrella - Música Esperanza

"Pónganle Estrella a estos turcos de mierda", dijeron en Migraciones cuando sus abuelos llegaron al país. El apellido en árabe era Najem (estrella), pero ellos no hablaban español y cuando les preguntaron el nombre señalaron el cielo. Premonición o no, a Miguel Ángel le tocó ese apellido. Estrella. Hoy es el guía de un movimiento solidario que brilla en las zonas más necesitadas.



Por Ivanna Martin

"Te vamos a cortar los dedos, te vamos a destruir totalmente, nunca más tocarás el piano y si seguís con esa sonrisa te vamos a matar. Porque sos un tipo que tiene fe y te la vamos a sacar". Ni bien terminaba de repetir su feroz amenaza, el guardia le ataba las manos a la espalda durante seis días a Miguel Ángel Estrella. Luego hacía un simulacro de cortárselas con una sierra eléctrica. Además de las picanas, en la cárcel se turnaban para pisarle los dedos al pianista tucumano. Corría 1978 en el penal Libertad de Montevideo, Uruguay. Los mismos guardias se habían encargado de realizar la prolija tarea de quitarle las cuerdas a un piano que, gracias a una cruzada internacional impulsada por dos grandes músicos (Nadia Boulanger y Yehudi Menuhin), le habían permitido tener en la oscura celda. El piano mudo, su mejor regalo para aquellos días de calvario. "Me detuvieron acusándome de peronista y jefe de los montoneros. No era montonero pero no podía negarles albergue a mis amigos que lo eran", recuerda Estrella.

A través de la pared del húmedo calabozo, Estrella le enseñaba dictados rítmicos al Pirata, un preso al que apodaban de esa manera porque al ser torturado sentado en una silla durante tres meses se le atrofiaron los músculos de una pierna y ya no pudo caminar normalmente.

No era el único débil ni desprotegido al que el pianista le transmitía su pasión por la música. Hacía varios años que junto a Marta, la mujer de su vida, había emprendido el camino de la música social, "con el piano al hombro y a lomo de mula" (tal como lo promocionaba la prensa europea que se asombraba frente a semejante fenómeno: Estrella era un músico bien formado, en las mejores academias, y sin embargo se embarraba los zapatos junto a su novia para deleitara los pobres y a los aborígenes con piezas de Bach y Beethoven). Marta, convertida ya en su esposa, siguió acompañándolo por los ingenios azucareros de Tucumán difundiendo la música. Los valles calchaquíes son eternos testigos de la incansable labor que desarrollaron juntos para lograr que la música clásica llegara hasta sitios impensados, donde ni siquiera había agua o luz. "Te formaron para tocar para nosotros y elegiste la negrada", recuerda el pianista que le vomitaba con frecuencia su torturador, José Nino Gavazzo. "Vos no sos guerrillero pero sos algo peor: con tu piano y tu sonrisa te metés a la negrada en el bolsillo y les hacés creer a los negros que pueden escuchar a Beethoven", azotaba Gavazzo.

Hombre tenaz
Pero nada ni nadie hizo jamás que Estrella olvidara sus convicciones, ni por un segundo. El músico tucumano es una de esas personas que no necesitan hablar para dejar ver sus verdades. Su interior se adivina en la limpia mirada de la cual es dueño, en la transparencia de esos ojos verdosos que se enrojecen cada vez que recuerda las terribles experiencias vividas. Angustia siempre latente que se aplaca con las "victorias" (como le gusta llamarlas) que le regala la música. "Son las victorias del arte -dice- las que encienden la esperanza". Por eso en el abismo carcelario del penal montevideano, entre picanas y encarnizadas torturas, concibió la idea de Música Esperanza. A poco de salir de la cárcel, a principios de los '80, fundó el movimiento que hoy tiene 52 sedes en el mundo y seis en nuestro país, y que trabaja en beneficio de la población infantil y adolescente más desprotegida.

Las críticas a su labor sociocultural no sólo fueron en tiempos de la dictadura...

No, claro, siempre las hay. Recuerdo la primera vez que dí un concierto en una cárcel, en Francia, en 1982. La gente se enfureció y empezó a preguntarme cómo yo, que era un músico destacado, iba a tocar para los criminales, asesinos, violadores, traficantes, rateros... Yo les dije: vengo a tocar para seres humanos. Y mediante la televisión, conté que existía un proyecto para hacer un taller musical en ese penal, que necesitábamos instrumentos. Al día siguiente nos enviaron más de 300 cartas con insultos... y una guitarra. Al menos una guitarra (sonríe satisfecho).

Curiosamente, hoy trabajar en un proyecto social en las cárceles es algo muy usual...
Sí, y hasta es una carta de presentación. Todas las personas tienen creatividad y si alguien impulsa que sea desarrollada se logran realmente cosas grandiosas, fantásticas. En una cárcel en la que trabajamos, algunos presos terminaron haciendo una ópera y otros se dedicaron a la literatura.

Creatividad innata

La música ejecutada por los reclusos, las poesías alumbradas por ellos mismos, las canciones entonadas por pequeños de sectores marginales y zonas rurales humildísimas son, para Estrella, las "victorias del arte". Constituyen la mejor paga a su labor solidaria. "A Pedro, un aborigen de los valles calchaquíes, lo conocí cuando tenía apenas cinco años y yo tocaba el piano en la zona de la cordillera. Ahora tiene 22 y siempre tuvo una creatividad fenomenal. Se puso a estudiar solo el piano y el año pasado ingresó en la escuela de música de la universidad con 10 puntos, por la calidad de las improvisaciones que hacía. Él tuvo la suerte de tener jóvenes talleristas de Música Esperanza que le despertaron la creatividad y le ayudaron a desarrollarla. Pedro es un ejemplo fantástico".

Ejemplos como el de Pedro debe conocer a montones...

Claro que sí. Estuve en un campo palestino, donde los niños se acercaron para conocer el piano, un instrumento que jamás habían visto. Uno me preguntó si con el piano se podía dibujar. Yo, temeroso por no saber qué se vendría después, le contesté que sí. Entonces me dijo: dibujame un pájaro. Conmovido, empecé a tocar una pieza barroca de un compositor francés del siglo 18 y los chiquitos empezaron a tejer una historia increíble. Que no era un pájaro sino dos, que eran un macho y una hembra, que la hembra era muy coqueta, que hasta se pusieron de novios y tuvieron hijitos. Cuando uno se baja del pedestal y se pone a la altura de ellos se pueden llegar a lograr cosas fantásticas.

En un momento de la entrevista, Estrella se emociona. Es cuando le pregunto qué diría Marta si viera todo lo que ha logrado en beneficio de los sectores más humildes. "Hablo todos los días con ella y le cuento cada una de estas victorias. Sé que está enviándome buenas ondas desde algún lugar", dice bajito. En su mesa de luz, en la casa que compartió junto a ella en aquellos tiempos en que planeaban juntos sus vidas cuando sólo tenían 25 año, conserva la imagen de aquella bella muchacha morena que hoy es su ángel. "A poco de morir Marta, ofrecí un concierto en Londres, donde jamás había ido ni me conocían. Al día siguiente, mientras estaba alojado en la casa de un amigo, me llama un hombre, una voz extraña que reclamaba verme. Me dijo: miré, estuve en su concierto y quería decirle que me encantó, pero había una muchacha sentada al lado suyo... Y me la describió a Marta tal cual era... la ropa, el peinado... Le mostré una foto y me dijo que, efectivamente, esa era la muchacha morena que estaba a mi lado en el escenario. Le expliqué que era mi esposa pero que ya no era de este mundo. Y me dijo: Esa impresión me dio, pero debo decirle que era un ángel".

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