24/10/08

El delito de hablar (tanto)

Siempre se nos acusó de hablar más que ellos. Hay estudios que lo confirman y otros que, por el contrario, aseguran que los hombres nos igualan. ¿Qué nos conviene creer?



Por Ivanna Martin

El lenguaje es el pegamento que conecta a las mujeres entre sí, dice la psiquiatra Louann Brizendine en su tesis en la que sostiene que algunas áreas verbales del cerebro son mayores en las mujeres que en los hombres y que, por lo tanto, nosotras hablamos más que ellos. Es más, le pone números a su afirmación y asegura que las mujeres pronunciamos dos o tres veces más palabras que los hombres cada uno de los días de nuestras vidas.
En la Norteamérica colonial las mujeres eran puestas en la picota con pinzas de madera en la lengua o se las sometía al suplicio de atarlas a una silla que sumergían en ríos o lagunas, casi hasta ahogarlas –castigos que no se aplicaban nunca con los varones- por el delito de “hablar demasiado”. Incluso, entre nuestros parientes primates hay una gran diferencia entre la comunicación vocal de machos y hembras. Las monas Rhesus, por ejemplo, aprenden a vocalizar mucho antes que los machos y usan cada uno de los 17 tonos vocales de su especie durante todo el día y siempre para comunicarse entre sí. En cambio, los monos Rhesus machos aprenden sólo de 3 a 6 tonos y, en cuanto son adultos, dejan pasar días y hasta semanas sin vocalizarlos en absoluto.
Brizendine asegura que al establecer contacto por medio de la charla se activan los centros del placer en un cerebro femenino. No obstante, un estudio desarrollado por la Universidad de Arizona y publicado en la prestigiosa revista Science, relativizó el mito de que las mujeres hablamos más que los hombres. Reveló que las mujeres utilizamos alrededor de 16.215 palabras al día y que los hombres emplean 15.669, una diferencia que en términos estadísticos no es significativa. La investigación, que demandó ocho años y que consistió en grabaciones permanentes del lenguaje de 400 participantes, determinó que nosotras hablamos, habitualmente, de otras personas. Ellos, de motos y autos. Pero ambos utilizamos un promedio de 16 mil vocablos diarios.
Ante semejantes planteos tan encontrados, una puede optar por coincidir con este último estudio (el cual nos conviene bastante pero resulta utópico pensar que ellos compartirían dicha visión) o quedarse con la brillante tesis de la neuropsiquiatra americana (que, a decir verdad, tal vez nos conviene aún más). En mi caso, muchas veces siento que hablo demasiado, que todas hablamos mucho… Hace poco llevé a mi hermana Brenda en el auto unas 40 cuadras. Debe haber pronunciado alrededor de 10 mil palabras cada cien metros, a una velocidad que cualquier maratonista verbal envidiaría. Después de bajarse y saludarme se volvió, repentinamente, y me dijo “perdón ¿hablé demasiado?”. Y sí, lo hizo. Pero precisamente porque, como expone con claridad Brizendine, Brenda tiene un cerebro femenino. Igual que vos y yo. Por eso, nos conviene adherirnos a su tesis y no entrar en encarnizadas discusiones con los hombres. Ésta, al menos, nos permite encontrarle una explicación biológica válida al porqué nosotras hablamos como hablamos. Tanto.

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